( La Maika)
no tiene piños.
Le han caído todos.
Por culpa del caballo primero
y por la mierda de comida
del talego después.
Así la chupas mejor,
le decimos todos.
La Maika está desdentada,
y eso quizá influya en su voz,
una voz
que le viene
que ni pintada
para arrancarse por bulerías.
El Richard se asoma a la perlacha
cada noche,
después del recuento
y se pone a gritar:
¡Maika! ¡ Esa Maika!
¡Cántanos algo! ¡Venga!
Ella se hace la loca,
¡Esa Maika bonita!
¡Venga! ¡Cántate una!
pero siempre acaba
por hacerle caso.
El picoleto de la garita
deja de pasear
de un lado para otro,
se apoya contra el muro,
pone encima su fusil,
enciende un truja
y escucha en silencio
esa voz sin dientes
que nos muerde a todos
el corazón.
De mi colega David González y su libro EL DEMONIO TE COMA LAS OREJAS
El poema que más me gusta de este libro.
1 comentario:
duro, no cabe duda
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