Años atrás supe de Mohamed Chukri gracias a David
González. Chukri, tras una época de bonanza literaria en España (varios de sus
libros fueron publicados o reeditados por Debate), cayó en el olvido, y sólo
mediante arduas y fatigosas pesquisas era posible encontrar ejemplares de El pan desnudo o Rostros, amores, maldiciones en las librerías de viejo. Las más de
las veces, a un precio poco asequible. Gracias a Cabaret Voltaire, Chukri
regresa a las mesas de novedades. No hace mucho recomendamos aquí su libro
sobre Paul Bowles y ahora la editorial nos ofrece de nuevo esta novela
autobiográfica, la más conocida y reconocida del autor marroquí.
El título ha cambiado: si mal no recuerdo… Juan Goytisolo
dijo que la traducción más fiel del árabe era El pan a secas y no El pan
desnudo, como hasta ahora la conocíamos. El libro ha sido traducido de
nuevo, lo que siempre se agradece (por ajustarse a la época y por disponer de
varias traducciones de un mismo texto). Y esta traducción se basa en la última
versión de Chukri, e incorpora un prólogo del propio autor.
He vuelto a releerla, en esta versión, y no sabría decir
cuál es mejor. Tampoco sé cuánto dista una traducción de otra: tendría que
buscar el viejo ejemplar en mi biblioteca y eso es casi una aventura. El pan… es una especie de novela de
formación. Uno de esos libros en los que un muchacho nos cuenta sus andanzas y
sus desventuras. Piensen en El guardián
entre el centeno de Salinger (por el tono confesional y la voz narradora
joven) o en La senda del perdedor de
Bukowski (por todas las desgracias que le suceden al protagonista), pero a
lo bestia. Lo que más me apasiona de Chukri es que, sirviéndose de una prosa
sencillísima, sin adornos ni afeites, consigue impactarnos en cada párrafo. No sé
cuál es el secreto, pero una vez que se empieza la narración, es difícil
abandonarla. Tal vez porque todo está repleto de verdad, no porque la novela
sea autobiográfica, sino porque Chukri nos parece un tipo honesto, auténtico y
humilde. Alguien que atravesó varios infiernos (hambre, miseria, maltrato
paterno, trabajos de mierda…) antes de convertirse en escritor. Aquí os dejo
con algunos fragmentos:
Lloro la muerte de
mi tío junto con otros niños. Ya no sólo lo hago cuando me pegan, o cuando
pierdo algo. Ya había visto llorar a más gente. Es época de hambre en el Rif;
de sequía y de guerra.
**
Cada vez me alejaba
más del barrio, solo o en compañía de otros chicos. Éramos los niños de las
basuras. Un día encontré una gallina muerta; la recogí, la oculté bajo mi
camisa y me fui corriendo a casa.
**
Era preferible aquel
trabajo a mendigar o robar; preferible a dejarse chupar el sexo por un viejo, a
vender harira y pescado frito a los
campesinos en el Zoco Grande y en Fendaq Chejra. Desde luego, era mucho mejor
que cualquiera de los trabajos que había tenido hasta entonces. Aquella aventura
me permitió sentirme todo un hombre a mis diecisiete años. Aquella madrugada
comenzó una nueva etapa en mi vida.
Volvimos por el
mismo sendero, con los sacos a cuestas. Kandusi encabezaba el grupo y Kabil iba
el último, con las manos vacías. Parecía borracho. No lo veía capaz de afrontar
una aventura sin haber bebido. Cada uno de nosotros llevaba un saco con dos
cajas y Kandusi cargaba la novena y última. Al cabo de unos minutos, empecé a
notar el peso. Me dolían el hombro y la nuca. “¿Las habré colocado bien dentro
del saco?” No me atreví a cambiar de hombro porque no quería que Kandusi
creyese que me había cansado a mitad de camino. Si en la primera operación que
participo me ven fatigado, no volverán a llamarme.
[Traducción de Rajae Boumediane]