viernes, 18 de noviembre de 2011

Texto de la presentación de Menú del día a día escrito por Ana Pérez Cañamares



Tras la lectura del anterior libro de Gsús, dije que Ovejas esquiladas que temblaban de frío es a la poesía lo que la memoria histórica es a la justicia: la voluntad expresa de que el pasado y los recuerdos permanezcan vivos, para que podamos seguir avanzando por el camino de la dignidad sin dejar a nadie atrás.




Menú del día a día no deja de lado los lastres y los tesoros que suponen la historia, la familia, el pasado; sin embargo, yo diría que es un libro escrito en presente. Son poemas del deambular cotidiano y diario por la vida. Pero que no se entienda cotidiano como frívolo, minúsculo o perteneciente al ámbito privado. De hecho, entre los dos poemarios hay una continuidad en los temas y sobre todo en la forma de mirar. Si en el pasado Gsús veía el hambre, aquí lo que ve es aquello que comemos sin ganas, sin posibilidad de elección, sin tiempo para el paladeo o para la sobremesa. Comida para sobrevivir, víveres que nos mantienen en la carrera.



Como en Ovejas esquiladas, el sentimiento predominante sigue siendo el de la compasión, también de sí mismo, pero en cuanto humano, sin regodeo egoico, sin justificaciones morales, sin autocomplacencia. En cada poema no deja de recordarnos que el poeta es uno más entre los mortales.



Gsús se las apaña para hablar de él y a la vez para contar la historia de cada pequeño o gran agravio que todos sufrimos. Conecta con la profunda humanidad que le late dentro. Traza un camino, o más bien, algo más humilde, una senda para la dignidad, que no puede ser idealizada, sino que tiene que tener también grandes dosis de autocrítica, de sinceridad y desnudez.

Gsús se coloca tan en el centro de la vida, tan en la carne viva de sus poemas, que hablándonos de él nos habla además de un panorama de desolación general, de hambre espiritual.



Sus ideas y reflexiones no son frías, intelectualizadas, sino que van siempre unidas a la emoción. Yo lo leo como leería una suerte de periódico de la conciencia. Lo que podría verse a través de cada titular, si el titular nos permitiera ver la sangre, el sudor, la tristeza que cada noticia lleva dentro. Los nombres que laten detrás de cada número. En su periódico, Gsús escribe las cartas al director, las noticias, las necrológicas, los reportajes, a través de sus reacciones emocionales y físicas al verdadero periódico, el real, el existente, que nos mancha de tinta las manos. Un periódico en el que la fotografía de portada sería esa imagen en negativo del cielo nocturno atravesado por estrellas: el alma humana, toda luz, pero cuajada de pozos negros, que le dan relieve y profundidad. Todo existe de la mano de su contrario. La sencillez es de todo menos simple. En cada persona hay un cielo, y un pozo, y petróleo. Y el petróleo enriquece pero mancha.



A lo largo del libro nos recuerda sobre todo que nuestro día a día es un pacto, un continuo malabarismo entre contrarios, un compromiso entre lo que queremos, lo que podemos, y lo que nos dejan. Por eso, diría yo, es un libro que refleja sobre todo la contradicción a la que nos vemos empujados, y que de alguna manera está en nuestra esencia. En él aprendemos que la verdadera fortaleza es el atrevimiento de mostrarse vulnerable. La valentía, hablar del cobarde que nos mantiene vivos y a salvo. Aprendemos que si somos justos, y sacamos a pasear a la víctima que llevamos dentro, habremos de enseñar también al cómplice y al verdugo que nos habitan. Y estos diálogos imposibles que somos también se muestran en el tono, que va con naturalidad de la ironía a la emoción, y de la humildad al orgullo.

Siendo Gsús un hombre bueno, huye conscientemente del buenrrollismo, esa coartada superficial que nos permite no meternos a saco en nuestra condición de humanos, en nuestros dolores y debilidades, en la cruz de cada cara.

Hay un texto de Jorge Riechmann, de su libro Poesía practicable, que resume muy bien la disyuntiva que somos y que sólo puede resolverse en suma : “¿La destrucción o el amor? ¿La desesperación o el juego? Destrucción y amor; desesperación y juego. Nos reconocemos en la dignidad de la cópula “y”, que separa con piedad los labios de nuestra herida.”



La metáfora alrededor de la cual gira todo el libro, la del menú cotidiano, la de aquello que nos sirven queramos o no, fuera siempre de nuestro alcance la carta en la que podríamos elegir el plato, me parece especialmente acertada. Porque leer este libro es asistir al proceso de una digestión. Por Gsús pasa el mundo. Vemos cuánto tardan en digerirse algunas cosas; cómo otras se le quedan atravesadas en la garganta y otras no tiene más remedio que vomitarlas.



La gran última contradicción que se comprende en estos poemas llega casi al final de la lectura: cuando nos negamos a que las palabras nos sirvan de escondite, cuando nos resistimos a que la belleza sea un fin a cualquier precio... entonces las palabras nos premian con su luz y su consuelo.



La palabra hambre puede alimentar.


Ayer por una serie de motivos no pude acudir a este evento magnífico, pero si os quiero dejar aquí el texto de presentación de Ana Pérez Cañamares para el poemario de Gsús Bonilla, a quienes también acompañó Batania. Mi enhorabuena Gsus. El texto extraído del blog de Ana aquí

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