Corría febrero de 1990. Me encontré por primera vez frente a una
obra de Tàpies, que no comprendí pero que se quedó conmigo para siempre.
Más de veinte años después, creo que la entiendo. Solo un poco. Lo
suficiente para que siga dando vueltas en mi cabeza veinte o cuarenta
años más.
Imagen: Antoni Tàpies, Escritorio y paja (1970)
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