martes, 10 de abril de 2012

El suicidio intelectual de El País (la estafa global en español)




Tengo que andar más rápido con esto de los artículos (o posts, o como cojones se les quiera llamar) en mi Cuaderno Audiovisual. No puede uno largarse un par de días y dejar de publicar o desconectar del maldito ordenador varias jornadas seguidas (cualquiera que me conozca sabe que soy un hombre que vive pegado a un ordenador) porque suceden cosas extrañas y se me quedan obsoletos los temas o las tonterías que me da por escribir para desahogarme. Digo todo esto porque el otro día vía I-Phone (léase aifon de los huevos) me encontré con un artículo absolutamente demencial de esa memez diaria en que se ha convertido el que hace mucho fue el periódico más de izquierdas de Europa, el “diario global en español”, que a día de hoy se ha convertido, ya definitivamente, en la “estafa global en español” y en una caterva de ignorantes asalariados que no hacen mas que escribir gilipolleces dignas de cualquier blog de aficionados antes que en prensa relativamente seria. Pero cuando se ponen con temas culturales, intelectuales o artísticos, directamente han caído en picado en cuanto a dignidad. Como el “artículo” o patochada en particular me pareció tan subnormal, me propuse escribir sobre él (es lo que voy a hacer ahora), y a la vez dejar claro el subtexto (también lo voy a poner a continuación) de lo que no se dice en el texto pero que está meridianamente claro que está implícito en él, y este subtexto lo pondré en color rojo para que quede claro que lo añado yo. Además, en el colmo de la generosidad, iba a hacerle el trabajo sucio a los redactores de El País, e iba a calcar el tono y la estupidez con otro artículo propio, esta vez no sobre Cameron, sino sobre Francis Ford Coppola, probablemente el más grande director norteamericano en activo.
Pero, no al mes, sino al día siguiente, cuál es mi sorpresa que me encuentro, ¡precisamente!, con algo parecido a lo que yo iba a proponerles, ¡y también sobre Francis Ford Coppola!, con lo cual confirman su mezquindad y su amarillismo, me quitan la gracia a lo que iba a hacer (aunque pienso hacerlo igualmente), y me hacen sospechar que las grandes corporaciones mediáticas leen el pensamiento a la gente, porque en caso contrario es mucha casualidad, y yo no creo en las casualidades. Pero vamos con el texto ese que han escrito sobre James Cameron. Un texto dedicado, en exclusiva, a atacar a este cineasta sin argumentos de ninguna clase, abundando en su vida privada y en suposiciones que no tienen ningún valor, recolectando algunos hechos por todos conocidos, no aportando absolutamente ninguna idea, y sin el menor respeto por la aportación de Cameron al cine. Pero además lo hace a lo cobarde, a lo rastrero (joder, cuántos cobardes rastreros disfrazados de valientes he conocido en mi vida), pues por encima de toda esa mala baba, se las da de equidistante, de objetivo, de imparcial, o de elegante, ofreciendo una incoherencia insuperable, incapaz de sostener su postura y quedando en el más espantoso de los ridículos. Vamos con el asunto, y recuerden que las anotaciones en rojo son mías:
El subtexto de ‘A James Cameron ya no le basta con ser el rey del mundo’

A James Cameron ya no le basta con ser el rey del mundo (nótese ese “ya”, explicativo en modo sumo, queriendo decir que una frase de euforia después de ganar 11 Oscars, deformada hasta el hartazgo por sus detractores, define al personaje en cuestión, pero que ahora “ya” no se conforma con ser un ególatra desquiciado, sino quién sabe cuántas cosas más)

Tras escrutar el fondo del oceáno, el “hombre más temido de Hollywood” no le teme a nada (segunda suposición en dos párrafos, para batir récords, otorgando al Cameron una aureola de auto-deificación, pero sin declaraciones del interfecto que justifiquen esta frase, ni nada por el estilo)

Visionario o megalómano inconsciente: ¿hasta dónde está llegará para acallar a sus críticos? (claro fallo gramatical no corregido por los lumbreras del diario global, pues el “está” sobra, pero además tacha al interfecto de megalómano inconsciente, como si sus proyectos hubieran causado algún destrozo personal, social o ambiental, ¡bravo!)

En parte por ahorrar (claro, amigo periodista, cogió a la mejor actriz de su generación y a una estrella emergente en una producción de cientos de millones para ahorrar, ¡a batir el récord de memeces sin argumentos!), James Cameron escogió a dos bisoños (bisoño significa nuevo o inexperto, muchacho, cosa que no eran estos dos intérpretes, ¡hay que leer más! …o simplemente dejar de escribir) protagonistas para ‘Titanic’: Leonardo DiCaprio y Kate Winslet. Ambos tenían 21 años. Aquí, con DiCaprio durante el rodaje. / FOX
Si el Renacimiento tuvo a Leonardo da Vinci y la Ilustración a Benjamin Franklin, la era posmoderna solo podía dar a alguien como James Cameron (nótese la coña poco sutil, comparando a Cameron con dos genios como da Vinci o Franklin, para que salga mal parado en el lance intelectual, ¡oh, qué ingenio!). El hiperbólico (que se me explique eso de hiperbólico cineasta, mí no entender una expresión tan elaborada) cineasta batió la semana pasada un nuevo récord: descendió a lo más profundo del océano, al lecho marino en la fosa de las Marianas, a 11 kilómetros de profundidad en el Pacífico. Fue la primera persona en hacerlo sola (un lector avezado descubrirá que debía haber escrito “Es la primera persona…” y no “Fue la primera persona…”, pero no se pueden pedir peras al olmo, ¿verdad?). Lo que para el común de los mortales (nueva deificación poco sutil, de mala baba poco acerada, no exenta de cierto tufo a envidia, como si el autor de estas líneas follara poco, y/o mal…) hubiera sido una gesta para narrar a las generaciones venideras, para este canadiense de 57 años fue un día más en su excéntrica vida (claro, muy excéntrica, ¿qué dirá este hombre de las aficiones de Nick Nolte?).
Todo en la carrera de Cameron, que comenzó en 1978, es excesivo (¿absolutamente todo, amigo periodista? ¿también las tonterías que se escriben sobre él?). La segunda entrega de Terminator fue la primera película que costó 100 millones de dólares. Titanic fue la primera que superó los 200. Avatar las dejó atrás a ambas, con 237 millones. Estos dos últimos largometrajes son además los más taquilleros de la historia: Avatar ha ingresado 2.700 millones, y Titanic, 1.800. Una cifra que puede aumentar a raíz de su estreno en 3D. (ah, que por “todo” te referías a los presupuestos de sus películas…sí, se ve que te has documentado poniendo cifras, ya te has ganado el sueldo, muchacho, pero no dices que ‘Aliens’ y ‘The Terminator’ costaron cuatro duros y son hitos del cine…lapsus, claro)
Con Cameron siempre parece que el último proyecto megalomaniaco (poco sutil manera de poner a Cameron como un loco que no hace más que filmar insensateces…) vaya a acabar en debacle (…pero no añades que ni uno solo ha sido una debacle, sino que todos ellos han sido triunfos comerciales, y algunos grandes obras cinematográficas…¡ay, muchacho, qué pena!). En Abyss, de 1989, llenó una central nuclear abandonada con 30 millones de litros de agua y sumergió a su equipo 10 horas al día durante 10 semanas (¡malvado Cameron!). Para Titanic construyó una réplica del barco de 236 metros de largo, tan grande que Fox tuvo que construir un estudio por 57 millones de dólares en México con el único fin de contenerla (¡por Dios, qué malvado!). Con Avatar diseñó su propia cámara de tres dimensiones, instaurando un sistema de rodaje que el jefe de DreamWorks, Jeffrey Katzenberg, comparó a la irrupción del sonido o del color en el cine. (aquí al redactor, de cuya inteligencia dudo bastante, no puede evitar contar la puta verdad, que el Cameron de los cojones empuja la técnica cinematográfica a cada nueva película, pero no puede tampoco evitar añadir lo de la declaración de Katzenberg como si fuera una gilipollez supina)
Sus detractores reprueban un ego desmedido (aquí se desmarca, el tal Alandete, de Washington, como si él no se hubiera ya mostrado como un firme detractor…). Y no hay megaproducción suya a la que no se le vaticine el más estrepitoso fracaso (…y otra vez no añades que ninguna lo ha sido por el momento, sino el más clamoroso de los éxitos populares….). De Avatar se recuerda (¿quién la recuerda? ¡si aquí nadie la leyó, buen hombre!) la que fue probablemente su crítica más negativa (hasta que llegaste tú, te morías de ganas de decir, pero no puedes), de un pequeño diario de Alabama, The Auburn Plainsman,que le otorgó mil estrellas negativas. “Glu, glu, glu…”, titulaba la revistaTime en 1996 al escribir sobre Titanic. “¿Puede evitar el desastre el extravagante Titanic de James Cameron?”, se preguntaba la periodista Kim Masters. “El Titanic se hunde de nuevo (de forma espectacular)”, escribió Kenneth Turan en Los Angeles Times. Su perfeccionismo, que disparaba los presupuestos de los rodajes una vez iniciados, le valió la etiqueta, según señaló entonces The Sunday Times, de “el hombre más temido de Hollywood” (y lo que diga esa mierda de periódico, The Sunday Times, va a misa, ¿o no?).
Debía haber entregado acabadaTitanic en verano de 1997 (¡pero no lo hizo! ¡habráse visto semejante cabronazo!). Pero obligó a retrasar el estreno, alegando que los efectos especiales eran demasiado complejos (¡malvado, otra vez! ¡malvadísimo!). Su apabullante éxito contradijo a los agoreros (anda ya, ¿en serio?…lo que son las cosas). Ganó 11 oscars, incluidos los de mejor película y mejor director. Al recibir este último, Cameron repitió aquella frase de DiCaprio en el filme: “¡Soy el rey del mundo!” (porque se cree el rey del mundo, ¿verdad? para él, según tú, David de mis amores, el resto de la humanidad no vale nada, ¿por qué no lo has puesto en tu magnífico texto? cachis…).
Y el rey quiso venganza (además de malvado, cruel). A los días (ein?) de barrer en los Oscar, compró espacio en una página de Los Angeles Times para responderle al crítico de ese diario. “La sensibilidad crítica de Turan es el peor tipo de elitismo egomaniaco”, escribió. “A nadie le interesan los desvaríos violentos de un hombre amargado que ataca y destroza las películas en las que la gran mayoría de espectadores invierte su tiempo y dinero. Turan no sabe lo que es disfrutar de la alegría de ver una película como la mayoría de la gente lo haría. Ha perdido el contacto, por tanto, con sus lectores, y ya no sirve en su puesto” (aquí el astuto redactor no añade nada más, como haciendo un guiño cómplice, invisible al lector: “está claro, ¿no?”, dice ese guiño).
En todas sus películas hay una mujer fuerte, que acaba teniendo un protagonismo decisivo (¿y esto a qué viene?). En Aliens es la teniente Ripley, interpretada por Sigourney Weaver. En Avatar, Zoe Saldaña, convertida en la alienígena azul Neytiri. Y en la saga deTerminator, la sufrida (ein otra vez?) Sarah Connor, encarnada por Linda Hamilton, con la que Cameron estuvo casado entre 1997 y 1999 (empieza el amarillismo).
Ha contraído matrimonio cinco veces (uy, qué interesante…). Se divorció de Sharon Wi­lliams, una camarera a la que había conocido en la universidad, para casarse con la productora de Terminator, Gale Anne Hurd. A la directora Kathryn Bigelow le seguirían Linda Hamilton y su actual (y, según él, definitiva) esposa, Suzy Amis, una actriz que salía en Titanic (buen repaso, sí señor). Solo el destino cruel de Hollywood (ahora se pone poético, o absurdo, qué sé yo…) podía dar un giro de guion a su vida como el de ver su epopeya en 3D, Avatar, equiparada en nueve nominaciones a los Oscar a En tierra hostil, una modesta (con lo cual, mejor cine, ¿o no?) cinta indie (indie mis cojones, amigo, hay que documentarse más) dirigida por Bigelow. A Cameron, sentado justo detrás de ella, se le fue congelando la sonrisa a medida que avanzaba la gala (tú no viste la gala, davicín, pero yo sí, y Cameron aplaudió fervorosamente cada Oscar de su ex-mujer, a la que admira, y cuando se llevó el de mejor directora se levantó a ovacionarla, está en youtube, un poco de seriedad). Él logró tres galardones técnicos. Ella, seis, incluyendo los de mejor dirección y película (fíjate, se hizo justicia en los siempre injustos Oscar con una de las películas menos redondas de la Bigelow). Esa noche, Cameron no fue el “rey del mundo”. (admítelo, pillín: con la última frase se te ha puesto dura, culminando tu particular venganza y redondeando, en plan frase circular subnormaloide, esta obra maestra a la tontería universal)
Aunque los que me leen con cierta asiduidad saben de mi admiración por gran parte de la obra de James Cameron, está lejos de mi ánimo defenderle en todo y contra todos. Si se me viene con argumentos, yo me callo y respeto. ‘The Abyss’ está muy lejos de ser una película redonda, y ‘True Lies’ me parece una tontería de película como un piano de grande (con algunas de las peores escenas de acción, supuesta especialidad del Cameron, filmadas en mucho tiempo en el cine mundial, con chistes dignos de ZAZ, y dejando a los árabes como si fueran imbéciles…), pero hay varias cosas que, a poco que uno tenga cierta formación, cierta falta de prejuicios, y cierto amor por el cine, son incontestables: este tipo es el más grande director de sci-fi de todos los tiempos (el más completo, el más coherente, el más humano, el que más sabe de ciencia, el que más se moja, el que más acierta en prediciones de futuro), este tipo ha filmado las mejores secuencias de acción de todos los tiempos (las más complejas, las más impresionantes, las más conmovedoras), este tipo tiene unos cojonazos alucinantes (por los proyectos que levanta, por su forma de trabajar), este tipo es un autor (él mismo escribe TODOS sus guiones, al contrario que por ejemplo David Fincher o Ridley Scott, y en todos ellos se encuentran obsesiones y preocupaciones similares, estéticas, sociales, narrativas o psicológicas), este tipo tan odiado hace avanzar la técnica cinematográfica en cada película a todos los niveles (cámaras, sonido, CGI)…

Por supuesto, en rodaje tiene que ser una pesadilla inaguantable. Muchos actores han deseado estrangularle. Algunos colaboradores técnicos también. En sus declaraciones puede ser muy lúcido o muy arrogante y errático. Le encantó ‘Cisne negro’, la idiotez de película de ese retrasado mental llamado Darren Aronofsky, lo cual deja mucho que desear en cuanto a sus gustos contemporáneos. Pero nada de eso, y muchas otras cosas más, diluye su enorme aportación al cine. Eso sí, todo el mundo le odia. Pero todo el mundo va a ver sus películas. ¿Les apuntan con una pistola? no. ¿Esnobismo gratuito con el que desahogar carencias de personalidad? probablemente. Y dado que el autor de esta mierda de artículo que he diseccionado tenía ganas de atacar grandes cineastas, yo pensé en mandarle un borrador sobre Coppola, en el que dejar claro que para megalomaníacos, el cineasta italoamericano. Y además, adicto a la cocaína a finales de los setenta y primeros ochenta. Y fue repetidamente infiel a su mujer. E intentó joder a Polanski con su maravillosa ‘Tess’. Y ahora hace peliculitas de estudiante que nadie ve. Y se compró un castillo con las ganancias de ‘Drácula’, y su vida sí que es excéntrica. Pero hete aquí que al día siguiente me encuentro con ese artículo ya linkado que se titula ‘Coppola bebe demasiado’, y ya sé que el mundo se acaba (por cierto qué mal escrito está, y con vocabulario de colegial…me saco los ojos), y que hay que defender a otros como Aronofsky, o a Julio Médem, que mola mucho, y que el diario más leído de España está para publicar tonterías amarillistas.

Bravo. ¿Qué coño?: ¡Bravísimo!



interesante réplica de Adrián Massanet al articulista del País, extraída del blog del propio Adrián.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Buf, vaya chapa.
A ver, el Cameron ese no le soporto. Exceptuando Terminator y Aliens, por lo demás se lo podría haber ahorrado.
Hacer una peli en la que unos pitufos se mezclan en las historias de Pocahontas y un hombre llamado caballo, francamente y lo de Gitanic, buf. Lo de Abyss, infumale. En fin. Sin que sirva de precedente, le doy la razó a los del Pais.

Anónimo dijo...

Me temo que topar con los "críticos" de El País es topar con indocumentados sobre cine.
Ni te cuento cuando sale algún becario escribiendo sobre literatura...
El País es un patético ejemplo de mercantilismo servil. Y de analfabetos haciendo articulitos.

Alena. Collar