Mientras la tele suena de fondo en mi salón vacío, haciéndome compañía, navego por internet.
Es una costumbre habitual que mantengo desde chico, poner la televisión a un volumen adecuado, para poder oírla desde cualquier lugar de la casa ( pero sin atronar) y no sentirme solo.
Solo, ahora que me he independizado. Aunque tengo pareja, pero llegar tarde de trabajar y paso muchas tardes solo.
Solo, igual que las miles de tardes desmontadas como un puzzle, en mi niñez. Con una madre en la cocina o comprando, un padre siempre currando, y un puñado de chapas brotando de mis bolsillos.
Antes era el equipo A, el coche fantástico o incluso, ya algo más mayor, Oliver y Benji.
Ahora, mientras escribo, el salón me devuelve las voces de Belén Esteban, Jorge Javier, y programas de igual ralea. Da igual el canal que busque, a estas horas, siempre venden, en la caja tonta, la misma mierda.
Como echo de menos Super-Coco.
A lo que iba, el videopoema que he encontrado y me ha impactado está aquí
Tras verlo, decidme si no es tan duro como la ruptura de la infancia televisiva de todos los niños de la presente generación. Mierda.
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