otredad
Para que pueda ser he de ser otro
OCTAVIO PAZ
Navegas por los entresijos de tu alma,
guerreas con tus sueños
en el rastreo de inescrutables porqués
y consigues acariciar la levedad,
lo intangible, la incoherencia,
la libertad total respecto del tiempo,
la movilidad de las formas,
todo lo que hace que seas uno en varios,
extraño, anónimo, afín a casi todos,
en la muchedumbre agitado,
sólo.
Reparas en la inferioridad
a la que precipitan a toda minoría,
timbrando de peligrosamente diferente
la belleza natural de la otredad,
su padecimiento, los cruentos y solitarios atajos,
el tuyo, el de tantos,
las vacilaciones intelectuales
a las que a zozobrar te conminan
y –míseros–, en la más desalmada necedad,
perseveran en tildar de amoral la diferencia,
ignorantes de que, a su pesar, otros son también,
presuntamente diferentes, naturalmente iguales.
Se estremecen en el reconocimiento de sus yoes
y empantanados en magmas de hipocresía,
dan sentido a su desviación
aplicándose con denuedo en la humillación,
desertando de sí mismos, sin treguas,
invadidos por sus propias turbaciones,
sin valor para aceptarse
en la otredad sustancial, su diferencia,
la nuestra, la de todos,
y persisten erráticos, ridículos,
ocultos en el desprecio
a todos los diferentes, sus iguales.
Jamás comprenderán los versos de Octavio Paz:
Para que pueda ser he de ser otro,
salir de mí, buscarme entre otros,
los otros que no son si yo no existo,
los otros que me dan plena existencia.
Y, así, padecemos sin remedio su ceguera,
sin que consolarnos pueda, por mezquina,
la miseria que sus vidas empantana,
aunque estemos doctamente versados
en la lucha libre de este circo,
infatigables aprendices de perdones,
cansinamente en la indulgencia instalados,
en el desaire adiestrados,
en todas las diferencias curtidos,
en nuestra otredad, nuestra entidad,
nuestro orgullo.
Autor: Pedro Gollonet
De "Extraños"
Editorial Almed. 2011
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