domingo, 24 de octubre de 2010

CARMEN GARRIDO SE EMPAPA DE ULISES


ÁNGEL MUÑOZ
Bohodón Ediciones (Colección Canalla)
Pgs.: 122
PVP.: 10,00



Podría empezar esta reseña apelando a tópicos detestables: que Ángel Muñoz es un gran descubrimiento; que su poesía tiene esa sobriedad gustosa, parca, casi ermitaña, que dice lo que pretende sin metáforas ni ambages; que sus palabras son pura metralla que te asalta y te enternece; que es un poeta que sigue al pie de la letra lo que debe ser la estructura de un cuento (tal y como la enunció Piglia) pero aplicándolo a sus versos, ¡rizando el rizo literario! Se le agradece a Muñoz que no se declare un “maldito”, una “víctima de la sociedad”, un “Robin Hood”, un “poseedor de la llave del Infierno” a pesar de todo lo que atesoran ojos y cerebro. Y bien que podría hacerlo. Por eso gusta tanto. Porque se avizora en él un ser humano profundamente coherente.

ahora
que apenas faltan unas semanas
para los dichosos carnavales
he decidido
para este año
no disfrazarme
(…)
estos dos últimos años
no he querido ser yo
(De carnaval)

Si dejo de lado los tópicos, creo que cualquiera que lea esto debería meterse, obligatoriamente y casi con urgencia, en el “Universo Voltios” por cuatro poemas de “Ulises en una cacharrería”: bombo (dedicado a Moisés), sólo Esther, diferencias y palabritas de trapo. No voy a desvelar nada de ellos. Sólo decir que con unos pocos de esos versos ya se es poeta y que andamos necesitados de que nos recuerden las pequeñas cosas vitales –muchas veces, sombras nuestras- ,de las que nos solemos olvidar a menudo.

la herencia de ambos [sus abuelos]
un millar de muertos
en los ojos

centenares de tiros pegados
(…)
volviendo a casa
con las manos vacías
mientras otros
no podían cerrarlas

por tanto botín atrapado

(De diferencias)

¿Coto privado de caza sembrado de mohosas piedras de lápidas bajo las que se pulverizan los huesos de la infancia? Quizá ése sea el lugar adonde nos quiere llevar Ángel Muñoz en este libro de poesía que abre su museo de lo particular, su autobiografía guardada, hasta ahora, en el bolsillo.
Recuerdo una vieja película de los 50, “La senda de los elefantes”. La protagonizaban Elizabeth Taylor y Peter Finch, propietarios de una mansión en Ceylán. Una mansión construida en medio de un camino de tránsito habitual para las migraciones de los elefantes.
Y me viene a la cabeza la película porque Muñoz derrumba el edificio-mito de la “infancia feliz” y como un paquidermo arrolla tal idea. ¿Quién nos lobotomizó y limpió el cerebro estableciéndonos la idea de que la vida enseñaba sus dientes a partir de la juventud? La lucha vital de este poeta comienza ya en su niñez, donde no hay tiempo para “hacerse individuo” porque la existencia, los amigos y enemigos, el barrio y la escuela lo reclamaban como adulto ya, imperiosamente. No importaban las lesiones, los moratones, la batalla perdida… Si se participaba en ella, si se era “hombre” y no un “cobarde”. Porque a los miedicas, el barrio los trataba mal, aunque la última escaramuza fuera por unas chapas, una litrona, unos refrescos o media tiza para esnifar.

sabía que mi valor
para pelearme
enfrentarme a otro crío
en la infancia era nulo
(…)
hasta que llegó la ocasión
en la que tuve que pugnar
un millar de veces
por lo mío
por mi persona
y siempre

te lo repito

siempre

salía cobrando

(De Parches)

Del territorio de la “no-infancia” ( la vida no es “Sonrisas y lágrimas” o “La casa de la pradera”. La vida ni siquiera es “Ítaca”) Ángel Muñoz pasa al territorio de “los mimos”. Ésos que andan por la calles de Madrid quietos, disfrazados, pidiendo moneda y alimento. Ésos que también andan por las casas y a los que los imperativos –machistas, legales, policiales, educativos- les callan la boca porque sí, porque son molestos, porque no “son útiles”. Por las páginas de este “Ulises” pululan las abuelas del Alzhéimer, los inmigrantes sin papeles, las mujeres maltratadas, los drogadictos. Es decir, eso que denominan la parte “fea” de este Madrid que vuelve la vista –turísticamente- hacia Recoletos (olvidemos la cruda realidad en el Thyssen con fotografías de top models by Testino) y se olvida de Carabanchel, Prosperidad o Villaverde.

El libro también está salpicado de dos relatos cortos (ya he dicho que la misma poesía de “Voltios” es un relato en sí) con ritmo de western y algunos versos que nos desvelan cómo es el Muñoz adulto. El que otrora era un chiquillo que luchaba por la Nocilla y era el último en ser elegido en partido de fútbol. Si de pequeño era un luchador, hoy es un gladiador que batalla desde los versos.



EXTRAÍDO DE AQUÍ