poética
Hay un cerdo vestido de Gucci gritando y
dando patadas, y una recomendación expresa de tratar bien a los animales
que pasa por no verter agua hirviendo sobre las hormigas y no meter
arañas en los agujeros de los enchufes.
Hay carreteras con nieve y amigos en el
asiento de atrás del coche, fotos de grupo con gafas de sol y abrigos de
botones cruzados, en mitad del campo, como si nos hubieran recortado de
cualquier calle gris de cualquier ciudad industrial y nos hubieran
pegado allí, y hubiéramos conseguido engrisecerlo todo a nuestro paso
con nuestra sola presencia -horas antes el centro comercial parecía una
feria abandonada con prisas por aviso de bomba atómica-.
Hay muchos recuerdos y muchas conversaciones
nuevas y antiguas sobre aquello que es o que no es lo “realmente
auténtico”, como si de tanto hablarlo se materializara, como si tal
“aquello” fuera a aparecer de repente en coordenadas concretas de los
ejes espacio-tiempo. Con nombrar basta, con nombrar basta, con nombrar
basta.
Hay una ironía que se sostiene sobre la
certeza de que el ser en el mundo está rodeado de cosas por las cuales
su alma es constantemente sustraída, desde un champú a una escultura de
Rodin.
Hay ruidos. Hay muchos ruidos. Dentro. Se vierten dentro de las palabras y las palabras se encadenan y bailan.
Y quizá la poesía no sea más que una maldita
variante del pensamiento mágico que parte de la idiotez de que las
cosas se curan al escribirlas, como si el salirse de la vida para mirar
desde fuera ayudara a vivir mejor…
Siquiera a vivir.
extraído de su blog aquí
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