No sé dónde esculpieron tu cintura de hielo
ni en qué fragua forjaron esos pechos metálicos.
Más vale no saberlo cuando el sofá que acoge
nuestros cuerpos desnudos está como de vuelta
y esa música ajena, la del piso de al lado,
nos envuelve en su scherzo de violines en celo.
Yo quisiera ser gato, nada más, y maullarte
y acurrucarme entero en tu regazo helado,
y cogerte la mano, la que te deja libre
el cigarrillo apenas encendido, y decirte
lo mucho que te añoro debajo de la manta
en estas tardes lacias en que me aterrorizan
las garras del recuerdo de lo que nunca ha sido.
Se me pasan las tardes en glaciares y fuegos
preguntando al loquero por qué tanta locura,
tantos rincones sucios en este sanatorio
al fin y al cabo misericordioso.
extraído de su blog AQUÍ
2 comentarios:
Gracias, amigo, eres un buen tipo, ya lo creo. De esos que saben lo que pasa y actúa en consecuencia.
Es un gran poema. Le acabo de comentar en su blog que me ha remivido por dentro.
Un gran poema.
Un abrazo.
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