Devolver los golpes,
a veces,
no es lo correcto cuando deshaces el cristal que te recuerda.
Entonces queda el poso del asfalto
con un cierto rumor de cuchara tintineando en un vaso vacío.
Y la farola no quiere arriesgar a deshacer el ovillo por ti.
Así los picaportes jamás recuperarán su cadencia.
Puede que la llaga sin dedo en el cristal
si la abeja y el aguijón.
En ocasiones todo llega tarde al sincopar la capacidad de reacción.
A partir de ahí
el hambre no es solo una cuestión de estómago.
poema inédito de Ángel Muñoz
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