Por no
repetirme, me saltaré la primera muletilla que iba a anotar ahora, y pasaré a una
sucinta descripción de los acontecimientos.
Martes al
mediodía. Asomado sobre el buzón de mi piso, como si quisiera suicidarse, pero
a última hora hubiera quedado atrapado por el miedo, o por una mano invisible y
poderosa, estaba el paquete de dos libros que mandaba Mariano desde su
editorial Talentura La suave piel de la anaconda de Raúl
Ariza, y, Amor manual de Ángel Muñoz.
Al día
siguiente, o sea ayer miércoles, por la mañana, una amiga mía, una lectora
incansable de poesía, me daba su opinión sobre Amor manual y derivábamos hacia la necesidad o no de incluir
prólogos y/o epílogos en un poemario.
Hoy, el equipo
de Veoguada TV ha subido a la red
el programa correspondiente de Conv3rsando
en que Paloma Corrales entrevista a Ángel Muñoz, también conocido como
Voltios.
Así que a mi
vera, espera esta cuidadísima edición de Amor
manual, que llegó a mi mesa, sin yo saber que antes de su lectura, me
encontraría con un conocimiento un poco mayor del poeta, o de la persona a
secas, como él se ha definido en el programa.
Ángel Muñoz (de
quien ya conocía algunos poemas y textos por su blog) no es sólo un poeta de
versos, aunque escribir poesía para él sea una necesidad vital, según su propia
afirmación. En realidad, me parece que es poeta de imágenes plasmadas a través
de la fotografía e incluso las ilustraciones. Y esto que digo, lo puede
comprobar cualquiera, a poco que se investigue cualquiera de sus blogs.
De algún modo,
detrás de esa sonrisa de niño travieso que aún dispara de vez en cuando, bajo
sus ojos penetrantes que, a veces, ocultan esa gorra, hay un hombre en que se
ha depositado algo del espíritu totalizador del Renacimiento (acaso ahí es
donde más se perciba que es licenciado en Historia del Arte). La fotografía, la
ilustración, la edición, el relato corto, la novela comparten afanes y tiempo
con el poeta en el sentido más libresco o tradicional del término.
Me ha
sorprendido que tanto él como José Navieras hayan emprendido la aventura
editorial bajo el nombre de LVR. Crear una editorial, aunque sea pequeña, me
parece una aventura sólo para muy valientes o muy locos. Según explica Ángel,
encontrarse con las puertas cerradas de las editoriales, fue el motivo por el
que se decidieron a iniciar esta aventura. En realidad esto es un eufemismo de
la verdad. Las editoriales de poesía no están cerradas a la edición de
poemarios… si el poeta de algún modo sufraga la edición. Ésa es la cruda
realidad del panorama editorial en España, salvo excepciones, obviamente. Si el
poeta espera no gastarse dinero de su bolsillo con una publicación, entonces
encontrará trillones de dificultades, a modo de puertas cerradas e
inaccesibles. Quizá tampoco convenga ser muy exigente en esta cuestión, pues
hay que tener en cuenta el número de poemarios que llegan a las editoriales.
Cuando se dispone de un dinero limitado, cuando hay más manuscritos que
posibilidad de publicar libros, entonces tienen que entrar por fuerza otras
consideraciones. Hay que discriminar, y son en ese caso los editores quienes
arriesgan su dinero, por tanto habrá que respetar la decisión. Por tanto que
ellos se hayan decidido a esta aventura, significa correr un riesgo que es de
agradecer, aunque sus pretensiones no sean excesivas.
En tres
momentos de la entrevista Paloma ha definido la poesía de Ángel. Ha dicho que
es intimista, quizá algo críptica y muy breve. Después de escuchar los poemas
que ha leído el poeta, y de releerlos en el ejemplar que me llegó antesdeayer,
tengo que confirmar esa opinión. Aunque, probablemente, lo de poesía hermética
tiene que ver sobre todo con la brevedad. Quiero decir, que al ser un texto tan
esencial ha de prescindir de muchas circunstancias, ir muy al núcleo, y por
tanto, a veces, el lector queda perdido, como imposibilitado de acceder a lo
que el poeta pretende contar. Y eso, en ocasiones, es muy triste, porque
entonces el valor de comunicación que también tiene la poesía se pierde
totalmente.
La brevedad de
los poemas, esos flashes que ha mencionado Paloma, son como fotogramas con pie
de página en la mayoría de los casos. Desde ese punto de vista, y según lo veo,
los poemas son, en realidad, fotogramas con palabras; de algún modo la
contraposición que consigue el equilibrio perfecto con sus fotografías que
podrían catalogarse de poemas con imágenes. Y es que —me parece—, un ser humano
no puede desgajarse, ni ser otro cuando varía de actividad. Tiene que ser el
mismo Ángel quien fotografíe y quien escriba, que no quiere decir que siempre
sea la misma persona. Porque la persona, y por tanto, su poética, evoluciona,
sobre todo, quizá, en el sentido de la autocrítica.
Me parece que
este sentimiento es muy común y hasta lógico. Una vez que se ha satisfecho esa
primera necesidad muy generalizada (aunque quizá excesivamente mitificada) de
publicar en forma de libro un poemario o dos, esa sensación varía. Uno quiere
(si es que escribe) que su obra vea la luz, pero no desea que vea la luz
cualquier obra. A poco que uno se quiera a sí mismo, será su primer juez
implacable y sabrá perfectamente si lo que ha escrito merece dar un paso al
frente y saltar de los cajones al papel. Más aún, y si no me equivoco en
exceso, antes de dar por válido un texto aumentarán los filtros que se imponga
a sí mismo.
La tarea se
hace más lenta, más tenaz. Es necesario aquilatar más lo que se hace. Y aún así…
Entonces, casi
inevitablemente, ocurre que el poeta descubre que cuando se desea escribir algo
es imprescindible e insustituible el recogimiento y el silencio.
Ellos (Paloma y
Ángel) se refieren a los actos poéticos, a los muchos recitales que parecen
arrojarse por todo Madrid… Pero yo añadiría algo más. De alguna manera, me
siento identificado con todo esto que se dice, sin vivir en Madrid, sin
acercarme a ningún recital.
El tiempo de
recogimiento y silencio para la propia creación, es ajeno a las redes sociales,
es enemigo de pasarse mucho tiempo en la calle o Internet. Es necesaria una
disciplina.
Y sin embargo,
en todo eso hay una especie de contradicción intrínseca, puesto que, por otra
parte, hay que procurar estar de algún modo, hay que intentar sumar alguna
presencia, pues de lo contrario parece difícil poder acceder a otros que también
te enriquecen y te amplían horizontes.
Encontrar ese
equilibrio es tarea difícil.
En un par de
momentos se habla de Alejandro Céspedes, el poeta cuya entrevista se emitió
hace unas semanas, pues él es el prologuista de Amor manual y un verso suyo de Topología
de una página en blanco, "Unos ojos enhebran su hilo por el hueco de
tus ojos..." aparece en el encabezado de su blog. Lo traigo ahora a colación,
por cuanto él sí vive una apartada vida de recogimiento y silencio. O eso me
imagino. Quizá esté equivocado.
La compleja
tensión entre silencio y presencia, que es la misma que siempre se ha tenido,
aunque hoy en día el volumen de los decibelios ha subido tanto que es casi imposible
apartarse del todo.
Recogerse sobre
uno mismo, buscar el silencio, verdadero anhelo del poeta.
En un día como
hoy, en que se celebra el aniversario del fallecimiento de José Hierro, a uno
se le hace difícil —casi milagroso— comprender, como el poeta cántabro era
capaz de escribir en medio de la bullanga de una cafetería.
Por lo que se
ve, no sólo siento yo esa incomprensión; salvo que él, a diferencia de otros,
fuera capaz de estar en silencio consigo mismo en medio de la multitud.
Hay personas
con esa capacidad.gracias por las palabras, extraído del blog de Amando Carabias
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