El próximo sábado tendremos a Adriana Bañares en nuestro espacio de poesía y acción llamado El Tren Vertical, a la hora acostumbrada, en el lugar acostumbrado y el día también acostumbrado. Y ahora vendría de puta madre decir aquello de "pero a lo que no se acostumbra uno es a recibir a una gran poeta y gran prosista que por su juventud..." y bla, bla, bla, pero en este caso es totalmente cierto... El día aquel en que oí por primera vez en Fuenlabrada (¿hace un par de años?) aquella voz delicada y dulce leyendo unos textos de una fuerza inusitada, textos que se nutrían de ciertos mitos y narracciones infantiles o de la adolescencia, con una exquisitez endiablada y con la necesaria libertad de una persona que utiliza una navaja de barbero para perfilar de nuevo aquellas historias o, también, sí, además, hablar de ella misma (¿pero quién es Adriana?), me dio la vuelta como un guante de esos de látex, de los que se utilizan en los hospitales o en las morgues.
Pues eso, como ella misma escribe: «Tengo millones de personalidades que se cruzan, que se
alían contra mí. Tengo una camada de pequeños
bichejos amarillos que se aferran a mis uñas y me sacan la piel que hay
debajo de mis huellas dactilares. Tengo muchísimos defectos que rebotan
contra el espejo del baño y un rímel barato que se corre cuando hace
frío. Así, literalmente».
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¿Os vais a perder esto?
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