jueves, 9 de junio de 2011
aquí, ahora, en ningún sitio de Jordi Doce
Cuando llegaste a la ciudad ingrávida
y el tren de los insomnes quedó atrás
sólo ella te esperaba.
Puestos bajo los tilos, colores de mercado,
el sol iluminando el fango de la ría
bajo un cielo intachable
y los ojos del puente mirando hacia la noche.
Perseguimos respuestas
pero vivimos sin porqué.
Era final de julio y en los cuerpos
brillaba el fuego del presente,
el oro satisfecho de la carne.
Nunca hubieras imaginado
que el viaje acabaría así,
divagando por calles sentenciosas
que daban siempre la hora exacta.
Bramaban truenos a lo lejos
pero nadie parecía inquietarse.
Las respuestas no se veían por ningún sitio,
no se hallaban escritas en los muros
ni en las hojas que un niño repartía en la plaza
con la mueca de un fauno.
¿Qué buscabas realmente?
Entrasteis en la ciudadela en ruinas
y nada os recordó el pasado: ningún temblor,
ninguna marca,
por discreta que fuera.
Los fantasmas de viejos caballeros
se retaban a duelo en el patio de armas
pero verlos no estaba a vuestro alcance.
Este lugar no cambia, dijo ella,
como si eso explicara algo.
Queremos una vida
pero la vida está donde nos huye.
Las aguas del puerto eran grises
como las piedras de las escolleras
y pronto los vencejos apagaron el aire
con el manto apretado de su voracidad.
La piel lo gobernaba todo. Y en las terrazas
las mujeres se cubrían los hombros
y pedían a sus acompañantes
la cabeza del tiempo.
poema e imagen extraídos ambos del blog de Jordi Doce
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