jueves, 2 de junio de 2011
Clausura de Mary Jo Bang
Quién iba a saber que el sello de la policía era azul,
que la puerta de un tanatorio tendría un adorno art-decó
rodeando su rectangular invitación
a pasar dentro, sentarse y completar este
formulario. Era junio. Ahora estamos en la cima
de octubre donde te tambaleas
al borde de una fecha señalando
más dolor en reserva. Más días
con un cielo blanquecino como pista de hielo
del invierno a la espera.
El parpadeo del reloj digital
es otra patética petición de más.
Las palabras siguen desvaneciéndose a lo lejos,
bloques de hielo en una escena de blancura,
parece Suecia, sangrantes
se rompen los árboles
porque están cubiertos de hielo.
Los pequeños gestos idiosincráticos pueden dar indicios
de quién es uno. De quién fue.
Uno puede, hipotéticamente, regresar
en forma de un actor
que repite post facto un texto
en la voz del personaje.
Ya no puedo entender más el mundo como escenario
de mí misma, atrapada como estoy
en este echarte de meno. La añoranza se ha casado
con la llovizna. Por supuesto, las lágrimas
son sólo un aspecto
de la escenografía del dolor. La lengua
de los antepasados lamentando la partida
de alguno o de muchos. Este octubre termina cada día
con la oscuridad de las cinco en punto
sellando el paisaje dentro de una lata.
El dolor que origina la escritura de Elegía viene motivado por la muerte del hijo de la autora por sobredosis. Se trata de un libro escrito muy cerca del corazón, por tanto. Pero nada más alejado de un sentimentalismo autocompasivo. Si bien la muerte del hijo es el impulso original de cada poema, será el dolor en marcha, el dolor a través del ciclo estacional de un año, el objeto cuya revisión provoca un aprendizaje, una amplitud de miras a través del campo abierto de la pérdida. La enunciación en tercera persona a través de un enigmático "ella" distancia al lector del compasivo "te acompaño en el sentimiento" y le deja a solas, sin nadie a quien tender la mano, emocionalmente exhausto al final del poema.
poema extraído del poemario ELEGÍA de Mary Jo Bang editado por BARTLEBY EDICIONES.
el fragmento extraído del prólogo de Jaime Priede del mismo libro.
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