En los documentales de fauna salvaje
hay un espectador
que siempre se pone de parte del ciervo:
se le reconoce
por su cuerpo ligeramente inclinado hacia atrás
y la manera de rodear las palomitas
como si abrazara a un niño sin años.
Otro espectador, en cambio,
quiere que gane el león:
se le distingue
porque mira a la pantalla
con el cuerpo combado hacia adelante,
y jalea tanto a su fiera
que a veces él mismo parece el león.
Hay un tercer espectador,
sin embargo,
que no se pone a favor de nadie
y contempla lejano las imágenes.
Alternativamente mira al león y al ciervo,
a la pantalla y a los espectadores,
y piensa
que el ciervo fue cazado por el león,
que a su vez fue cazado por el visor de un cámara,
que a su vez fue cazado por el dinero de la BBC,
que a su vez fue cazada por los espectadores,
que a su vez volverán a ser cazados
cuando aparezca otro ciervo
y comience el mismo círculo.
Con triste orgullo
celebra su agudeza
y el triunfo de ser el único
que no se dejó cazar.
Pero al llegar a la cama
y quitarse las gafas,
vuelve a sentir el mismo
vacío:
tantos estudios, tantas lecturas,
lo han arrasado de inteligencia.
Por qué, se pregunta
mientras apaga la luz,
por qué ya no puedo ser
ciervo,
león,
cámara
o espectador.
poema íntegro extraído de su blog que podeis ver pinchando aquí
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