La tarde era una ruina. Empezaba
a refrescar. De camino a casa
pensé qué haría si me encontraba
mi apartamento incendiado. Si
un cordón policial me impidiera
acercarme a mi hogar. Si mi vida
(pequeñas cosas que apenas llenan
un armario) se viera reducida a
cenizas. Inmediatamente doblé
la esquina y me dirigí a la estación
de tren. Donde nadie es extranjero.
Donde todos son extranjeros.
extraído integramente del blog de Juan Bello (Blues ambulante) que podeis leer pinchando aquí
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