ADRIÁN MASSANET y sus verdades como templos
Desde que empecé a escribir casi diariamente sobre diversos temas en
este basurero que es internet, allá por 2005, hasta la actualidad,
siete años más tarde, principalmente creo que me he ganado un nombre en
la pésima esfera cultural española, sobre todo cinematográfica, por
decir siempre lo que pienso. También me he ganado, para qué negarlo, una
aureola de malditismo y una imagen de ermitaño gordo, calvo y con
granos, que mientras escribe dispara a las palomas por la ventana, se
hace pajas con un póster de ‘Avatar’ y llama a embajadas aleatorias para
efectuar amenazas de bomba. Es lo que tiene trabajar en un basurero, ya
digo, en el que te puede llegar a leer bastante gente, pero que
precisamente por ello acaba distorsionando tu personalidad real y
convirtiéndote en otra cosa.
También es verdad que a pesar de que se me va la olla, de que no
escribo precisamente para hacer amigos, y de que he conocido para mi
desgracia a toda clase de palurdos sin seso, también he trabado
conocimiento, siempre a través del anonimato internetero, con lectores
(muchos, a su vez, también escritores o blogueros), que no se han dejado
engañar por mi mala hostia y que han sabido apreciar mis trabajos (y ya
son unos cuantos), leyéndolos quizá sin esa carencia de personalidad
terrible que afecta a muchos otros, no prejuzgando mi punto de vista, y
sintiendo respeto por lo que intento transmitir, comentar o analizar.
Así, creo, me he ganado el aprecio intelectual de varias docenas de
personas de cuya inteligencia, buen gusto y curiosidad cultural no puedo
dudar jamás, y que me hacen el honor de leerme, criticarme con sentido
común, animarme, apoyarme, darme una buena colleja cariñosa cuando hace
falta, y también subirme la moral cuando creo que debería dejar de
escribir para siempre. Dentro de este grupo quizá no demasiado numeroso,
pero tampoco pequeño, de personas, se encuentra un grupo aún más
reducido de gente que me conoce bastante bien, y que saben que esa
imagen que se tiene a menudo de mí cuando escribo tiene poco que ver con
el Adrián Massanet verdadero. Este grupito de personas no tiene por qué
leer lo que sigue, porque lo sabe de sobra:
Es mentira que a Adrián Massanet le “guste” el cine. A Adrián
Massanet no le gusta el cine, como no le gusta la literatura, ni la
música. A mí me gustan algunas películas, algunos libros, alguna música.
Probablemente representen el 0,001 % de la producción mundial anual, o
quizá incluso menos. Me interesan algunos artistas, algunas cosas
aisladas. Es completamente absurdo, una idea muy de este tiempo demente,
pretender que te interese todo el cine, y ver todas las películas del
mundo mundial. No solamente te destroza el gusto, es que los árboles te
impiden ver el bosque.
Es mentira que Adrián Massanet sea un creído, un prepotente o un
pedante. Sí que es verdad que adolezco de una cierta vanidad
intelectual, y que creo que escribo bastante mejor que muchos que se
ponen negro sobre blanco (en algunos casos extremos, para su desgracia,
escribo cien mil veces mejor que ellos). Pero no me creo poseedor de la
verdad absoluta, ni creo que mis ideas valgan más que las de otros. Sí
creo en mi verdad, y trato de mostrarla (porque mis quebraderos de
cabeza me lleva construirla y luego defenderla). Otros quisieran formar
parte, me da la impresión, de una verdad universal, y eso no existe.
Cada uno debería mostrar su propia verdad, su propia moral, en lugar de
pedir permiso para integrarse en la Verdad y en la Moral
preestablecidas, ocultando así las suyas propias, y eso no es fácil.
Es completamente cierto que mi actor favorito de todos los tiempos
es Jim Carrey. Es mentira que mi habitual repertorio de gestos grotescos
los haya copiado de él. La mayoría los llevo practicando desde niño.
Especialmente mi mezcla de jorobado, orangután subnormaloide y
extraterrestre glotón. En cuanto a transfigurar mi rostro haciendo
desaparecer mi mandíbula, se parece a cierto personaje mítico de Carrey,
pero son cosas que solamente compartimos los superdotados a la hora de
hacer el idiota.
Es verdad que tengo muy buen oído (a veces, me gustaría tener menos
sensibilidad auditiva…) y que soy sinestésico. Todo esto lleva cualquier
experiencia musical a otros niveles. También las experiencias olfativas
me abstraen de una forma increíble. Se agradece, porque con mi cabeza
siempre pensando en cien cosas diferentes a la vez, viene muy bien dejar
la mente en blanco de vez en cuando…y descansar.
Completamente cierto que soy un genio del billar. Tanto, que varios
años después de no coger un taco ni de casualidad, ejecuto dos golpes
maestros que me dejan atónito. Esto desmiente, por cierto, mi inutilidad
para todo lo matemático o científico: geometría y física para mí es
como si me llegan un marciano hablándome en su idioma. Pero no tengo
talento para el billar. Tengo genio, pero no eso que se llama talento y
que te ayuda a mantenerte. Al rato, dejo de creer en mis jugadas y no
meto ni una. Yo soy así de inseguro y mentecato…
Absolutamente falso que crea que la serie más genial de todos los
tiempos es ‘A dos metros bajo tierra’. La serie más genial de todos los
tiempos es ‘House M.D.’, y lo digo sinceramente. La serie de Alan Ball
sí es una búsqueda de emoción extraordinaria. Genial es Gregory House y
montar una obra de arte haciendo 150 episodios sobre misterios médicos,
para derivar en una reflexión sobre la miserable condición humana.
Bestialmente falso que yo haya escrito un larguísimo ensayo sobre
toda la carrera de Coppola, analizando algunas de sus películas casi
secuencia a secuencia. También que haya hecho más o menos lo mismo sobre
Andrei Tarkovski, Martin Scorsese, John Carpenter (¡el más grande!),
David Lynch, Steven Spielberg… Todo eso lo hicieron mis becarias
(principalmente la rubia de tetas enormes), y solamente les pagué en
especies. En cuanto a mi trabajo sobre ‘A dos metros bajo tierra’ no
recuerdo haber escrito muchas de sus partes, ni reconozco algunas de las
expresiones. Quizá me acerco a la senilidad. Pero creo que es un texto
que está bastante bien, sea quien sea el/la que lo haya escrito…
Con todo eso ya escrito, y entre todo eso algunas cosas bastante
interesantes, y sin recibir demasiado reconocimiento (por no decir
ninguno, y esto es una gran verdad) más allá de mis amistades, anuncio
un parón en este Cuaderno Audiovisual durante varios meses, para
dedicarme a un proyecto muy querido y aparcado quizá durante demasiado
tiempo. Quizá vuelva esporádicamente a este blog, pero exclusivamente
para hablar de mis ideas y sentimientos sobre mi nuevo trabajo, que no
va a ser de no-ficción. Quizá no vuelva jamás. No tengo ni puta idea.
Ahí radica también gran parte de interés, y del morbo que puedo inocular
a mis lectores.
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