La expresión "buena persona": falacia universal by Adrián Massanet
En una de las primeras entradas que escribí en este magnífico e
inimitable blog, hablaba yo de falacias universales. Falacias tales como
que “el que calla otorga” (enorme estupidez que inventaron,
precisamente, esos que no hacen más que propagar falacias, y que a su
vez hace muy creíble una de las pocas frases hechas que son una jodida
verdad como un templo de grande: que una mentira mil veces repetida
adquiere la apariencia de verdad incontrovertible). Pero mi falacia
preferida está compuesta únicamente de dos palabras, de doce letras, que
en mi opinión, la opinión de un loco como yo, quizá el mayor chiflado
del país (hablo en serio), son las más dañinas de cualquier lengua y en
cualquier lengua: Buena Persona. Good Person. Bonne Persone. Boa Persoa.
Bona Persona. Berson Da. καλός άνθρωπος. Duine Maith. Người Tốt. Orang
Baik. хороший человек. Tajba Persuna. جيد شخص.
Si es que da igual cómo lo escribas.
Putas ganas de vomitar.
Esto de Buena Persona, que no sé quién diablos se lo inventó, me
provoca una urticaria semejante a tanto pavo y tanto plumilla y tanto
paleto descerebrado hablando y escribiendo sobre lo que es una Obra
Maestra del arte cuando los pobres mequetrefes poseen una cultura
semejante a la de un adolescente semi-analfabeto. También hay no pocos
analfabetos con grandes carencias de personalidad hablando a todas horas
sobre el Amor, con esfuerzo encomiable pero estéril para describir o
comentar un sentimiento tan complejo y, en cierto modo, trágico.
Curiosamente, no son los más preparados, sino los menos, los que también
hablan de lo que es o no es una buena persona y una mala persona, con
lo que el pifostio intelectual está servido. Yo, que además de tener una
deuda con los pocos lectores (pocos, pero asiduos, y algunos de gran
categoría intelectual, algunos…) de Cuaderno Audiovisual, porque ya he
anunciado varias veces que iba a hablar sobre las jodidas Buenas
Personas, también escribo esto para saldar una deuda conmigo mismo.
Porque las pocas personas que realmente me conocen bastante (nunca se
llega a conocer a fondo a nadie, y solamente cuando eres capaz de
quererles tanto que debes soportar sus miserias más íntimas a lo mejor,
sólo a lo mejor, llegar a conocerles bastante, y a odiarles mucho) saben
mi problema emocional con eso de que me consideren mala persona…y
también con eso de que me consideren buena persona. Porque no sé qué
demonios soy. Y detesto que los que no me conocen ofrezcan juicios de
valor sobre mí, cuando muchos no pueden ni poner las comas en una frase.
Y porque aunque no me quiero nada, me admiro bastante, me parece que
merezco algo mejor que una simple sentencia: “buena persona”/”mala
persona”.
Pero me voy por las ramas: creo sinceramente que quienes hablan en
términos de buena o mala persona, o de amor puro o verdadero, no saben
nada de la naturaleza humana. Son dueños de una mente inmadura. Esto es,
infantil. Analicemos las cosas con detenimiento:
¿Qué es lo que mueve al hombre? No es ni el amor ni la belleza.
Algunos dirían que es el dinero, pero en realidad tampoco. Lo que mueve
al hombre es la necesidad, desde su nivel más primario. Necesidad de
tres cosas, esencialmente: comida, agua, cobijo. Una vez que esas tres
cosas básicas están garantizadas, el hombre evoluciona en sus
necesidades hasta que estas se convierten en anhelos, que para algunos
se traducen en codicia. Codicia de ser, codicia de tener. Pero, aunque
la comida, el agua y el cobijo estén garantizados, nunca estarán
completamente garantizados. Es decir, siempre persistirá en nuestro
interior el miedo a carecer de alguno de ellos (perpetuado en nuestra
memoria genética desde nuestros tiempos en la jungla), o de todos, con
lo que vivir se vuelve mucho más duro que morir. Ese miedo, esa
angustia, es la que impide que hagamos nada de una manera altruista, y
si fuéramos un poco sensatos y un poco sinceros, seríamos capaces de
admitirlo. Absolutamente todo lo que hacemos a lo largo de un día
completo (dormir, comer, trabajar, mear, cagar, distraernos,
socializarnos, instruirnos, darnos placer), de un año completo, de una
vida completa, tiene un objetivo específico destinado a que vivamos un
poco mejor, un poco más cómodamente, a que el miedo se distraiga un
rato. Es realmente muy raro llegar a hacer un acto altruista. Rarísimo
cometer una acción que te perjudique seriamente la vida para que otro
mejore la suya.
Según lo que la mayoría de la gente piensa, me consta, ser buena
persona es hacer precisamente eso: cometer buenas acciones en beneficio
del prójimo. Sales de un establecimiento y te quedas un segundo
sosteniendo la puerta porque viene alguien detrás de tí. Acompañas el
gesto con una sonrisa, y te ves a ti mismo sonriendo. Cedes tu asiento
en el autobús a la viejecita o a la embarazada o al tipo con muletas, y
acompañas el gesto con una sonrisa también. Subes las bolsas de la
compra a la vecina con reúma a la que oyes gemir cada fin de semana por
no disponer de ascensor, y no solamente acompañas el gesto con una
sonrisa sino que permites que te cuente su vida como si fuera lo más
interesante del mundo. Lloras de rabia, pena y/o indignación cuando ves
en un documental cómo apalean a animales, y te ves a ti mismo llorando.
Te conmueves con una bella melodía interpretada al piano, y sabes que
puedes mirarte a ti mismo con orgullo porque estás emocionándote y eso
te hace hermoso y especial.
Nada de eso es ser buena persona. Es lo que dice todo el mundo, pero
no es verdad. En todos y cada uno de esos momentos, y en muchos más,
estás haciéndolo por ti mismo, de modo que haciendo una supuesta buena
acción por alguien, quizás un desconocido, quizás en perjuicio de ti
mismo (porque tienes prisa, estás cansado, o por lo que sea), lo que
estás es aprovechándote de una circunstancia social o personal para ser
benévolo contigo mismo. Te miras interiormente mientras sonríes o lloras
o te conmueves, y ganas un concepto positivo de tu propio ser que te
ayuda a seguir adelante, a creer “que mereces la pena”. Y, más al fondo
de la cuestión, ahuyentas de nuevo ese miedo, ese a quedarte sin cobijo,
agua o comida, porque en el fondo de tu ser sabes que en esta sociedad,
si echas una mano, quizás alguien te ayude a ti cuando lo necesites. De
modo que vas a dar algunas migajas de tu tiempo, de tu fuerza o de tu
ánimo, en la esperanza de que, cuando vayas en muletas, cuando seas
anciano, cuando te falte un euro para coger el autobús de vuelta al
hogar, cuando te sientas desfallecer, alguien se acordará de lo que
hiciste por él, y podrás seguir viviendo un poco mejor.
Ni siquiera las madres son altruistas. Cuidar de su progenie es algo
instintivo, y preservándoles del hambre y del sufrimiento, se preservan
a sí mismas de verles sufrir y de sufrir con ella.
Cuando aceptas a un nuevo amigo en tu círculo social, lo haces
porque algo te da: es simpático, es listo y te estimula, es divertido y
te divierte, es atractivo y te atrae. No lo haces “porque sí”.
Y dirán, algunos: pero hay gente que se acerca a los más estúpidos, a
los más gafes, a los más amargados. Claro que los hay, porque a su vez
son amargados, gafes, aburridos. También los hay autodestructivos y se
juntan con otros parecidos a ellos. Y también los hay solitarios, y no
se juntan con nadie.
Por contraposición, las malas personas son las que llevan a cabo
actos perniciosos para los demás en beneficio propio. El problema con
actos perniciosos y nobles, es que todo depende del cristal con el que
se mire la realidad, y lo que alguien considera malo, otro lo puede
considerar bueno, o al menos positivo, constructivo. En realidad, nadie
puede hacerte algo malo si tú no se lo permites, y si se lo permites,
eres tan malo, haces algo tan malo, como él. Y ahí voy a basar yo mi
argumentación de lo que es una buena persona, para ir terminando.
En mi opinión, una buena persona lo es incluso aunque los demás
piensen que es mala. Es decir, que sacrifica la opinión general sobre
ella, por una convicción o un ideal, y no se aparta de esa convicción
aunque pase a la historia universal como un villano. Lo más probable es
que los más inteligentes y sensibles de esa masa que puede llegar a
aborrecer a esa mala persona, aprecien muchas cosas buenas que hizo.
Aprecien su sacrificio. Porque ser uno mismo es sacrificarse por los
demás. Cometer actos mezquinos o imperdonables a veces es necesario para
continuar viviendo. Y cometer actos bondadosos y compasivos es
sacrificarse para aceptar un poco más la muerte. La historia terminará
juzgándolos o crucificándolos. Puede que nunca se llegue a saber la
jodida verdad sobre lo que hizo o lo que era, pero él sí lo sabía, y eso
le basta porque creía en sí mismo. Es es ser, creo, una gran persona.
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