miércoles, 14 de marzo de 2012

DON ANTONIO (Machado), LA LOLA Y LO QUE SE DEJA CUANDO SE ELIGE por Alejandro Céspedes


 


NO es ningún secreto para quienes me conocen que no me gusta Machado. Diría que incluso para quienes no me conocen de nada. O sí, conocen mi poesía. Una de las frases que más me llamó la atención de la crítica que hizo Ainhoa Sáenz de Zaitegui en El Cultural-El Mundo sobre “Topología...” fue: “El que quiera lírica que lea a Machado.

Aunque esto habría que hablarlo más despacio, uno de los problemas de la poesía española de la segunda mitad del siglo XX es haber tenido por padre a Antonio Machado.
Machado es contemporáneo de Oliverio Girondo, de Pessoa, de Aleixandre y, entre otros, de Wallace Stevens (13 años mayor que el portugués -el mayor- y 22 que que Stevens -el menor de ellos). Pessoa muere 4 años antes que él y Wallace Stevens 16 más tarde. Los otros fueron bastante más longevos. Quiero decir que en muy pocos años de diferencia hay una percepción abismal respecto a los caminos sobre los que debería transitar la poesía. La de los otros cuatro tiene los pies completamente firmes en el siglo XX, pero Machado aún la tiene en el XIX. Esa es una de las diferencias. Cuando Machado publica “Campos de Castilla” a finales de 1912 (por cierto en Renacimiento, y por cierto también este año se cumple el centenario) Wallace estaba ya escribiendo los primeros poemas de “Harmonium”, en 1919 ya había aparecido alguno y en 1923 se publicaría el libro completo.
Si la “oficialidá” hubiese tomado como ejemplo patrio a Vicente Aleixandre (sobraban más que motivos) otro gallo machadiano nos cantara. Pasó lo mismo con nuestro romanticismo. Se prefirió Bécquer a Rosalía, aunque me parece muchísimo más interesante la de ... (no sé qué me da poner "compostelana", Rosalía nació en tantos sitios), siendo, además, nuestro primer exponente de la "poesía social".
Podría escribir mucho más sobre esto pero ahora no tengo ganas. En realidad más que no gustarme creo que lo que me pasa con don Antonio es que me resulta antiguo, previsible en el uso de la retórica y otras artes, cosa que nunca me producen los demás. Sin embargo esta mañana, revolviendo en mi “Commonplace Book” encontré unas citas de vaya usté a saber cuándo, que me han llevado hasta Machado.
Leí “La Lola se va a los puertos” cuando tenía 15 años, cuando devoraba todo el teatro que en aquellos años oscuros podía encontrarse en las bibliotecas públicas. “La Lola se va a los puertos” es una obra de teatro escrita por Manuel y Antonio Machado y estrenada en 1929 de la que más tarde se haría la película (las películas, porque hubo -que yo recuerde- dos, una de Juan de Orduña en 1947 y otra, a la que me refiero, magnífica, de Josefina Molina en 1993, con Rocío Jurado, Jesús Cisneros y un glorioso Paco Rabal). Un alarde de cine español. El guión ofrece una belleza literaria y una profundidad psicológica de los personajes magistral.
No sé a dónde quiero llegar. Porque si lo que pretendía era rehabilitar ante mí mismo a don Antonio, la verdad es que lo pongo de nuevo en duda. Los diálogos originales están escritos en ese machacón ritmo octosílabo tan machadiano que aburre a las almejas. Así que la labor de actualizar el texto para el guión ha tenido que ser una tarea. Pues eso, que a mi me pasa lo mismo que a la Lola, que no sé a dónde quiero ir. Ella al final se marchó de la Andalucía opresiva de Machado y de Aleixandre para ir a hacer las américas, donde Girondo y Stevens. A lo mejor me estoy inventando que partieron de Lisboa.
De ese guión rescato las citas de mi “Commonplace Book”. Por si no recuerdan, la escena es esta: Jesús (un guapísimo Jesús Cisneros que hace de hijo de un terrateniente hijolagranputa donde los haya que encarna prodigiosamente Paco Rabal) está en ¿la cama? -no recuerdo- con Lola, mucho mayor que él (famosa cantaora gaditana de armas tomar y de la que tanto el padre como el hijo están enamorados hasta el tuétano. No sabría decir en realidad quién de los dos la quiere más al final). Jesús quiere a toda costa que se escapen juntos y le dice que hará lo que ella quiera (el diálogo completo -que no reproduzco porque no lo he anotado- es una preciosidad):
Jesús: “Vámonos Lola”
Lola: “Tú eres tan guapo...
y yo estoy tan cansada....”
Jesús: “(…) haré lo que tú quieras”
Lola: “Lo que yo quiero son 20 años menos para decirte que sí”
Jesús: “Entonces... ¿no soy nada para ti?
Lola: “Sí, lo que se deja cuando se elige”


extraído de su blog/web que podeis leer aquí

Autoría de la instantánea: DAVID GARCÍA TORRADO.

1 comentario:

Alejandro Céspedes dijo...

Gracias por el oreo, poeta. Un abrazo de aire.