viernes, 23 de marzo de 2012
Fragmento de UNA COMEDIA CANALLA, de Iván Repila
Antes, en algunos pueblos pequeños del entorno de la gran ciudad, no había grúas: esas máquinas costaban un huevo. Así que cuando un coche se quedaba tieso en mitad de la calle, o cuando había que mover una cajonera de escombros municipales, llamaban al Porlan. Y el Porlan venía desde la ciudad con el coche patrulla, se quitaba la camisa y movía lo que hiciera falta. En aquella época, si uno nacía tocho, con pocas ganas de estudiar y un exceso clínico de testosterona, se metía a poli. Y el Porlan, que era una mala bestia en el sentido estrictamente académico y también en el otro, estuvo pegando hostias y moviendo coches hasta que llegaron la democracia y las grúas, y luego solamente pegando hostias.
Pequeño fragmento extraído de la novela Iván Repila, UNA COMEDIA CANALLA, publicada en LIBROS DEL SILENCIO, hoy me haré con ella, fijo.
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