viernes, 14 de mayo de 2010
VARA RETOMA LA PROSA Y TODOS AGRADECIDOS
Baxter sabía que no había futuro.
Baxter estaba sentado en un taburete plastificado de tres patas, frente a la barra del California21, bar situado a poco más de tres kilómetros del Distrito Sexto. Estaba esperando. Y mientras esperaba bebía una cerveza sintética. En ese momento hubiera dado su vida por un vaso de whisky auténtico. Un solo vaso. Pero, luego reconsideró tales pensamientos y consideró que había cosas más importantes por las que morir.
De fondo, sonaba una de las óperas de Verdi interpretada por la famosa soprano Marta Brucart.
Hugo, -uno de los camareros-, le estaba observando con curiosidad mientras limpiaba uno de los vasos destinados a licores depurados. Pero, pronto perdió interés y desvió su vista hacia el pequeño televisor en blanco y negro, -adquirido a buen precio en una tienda de antigüedades-, situado sobre una pila de Playboys cubiertos de polvo. La pequeña pantalla mostraba las imágenes de un nuevo anuncio sobre métodos de esterilización femenina.
Baxter consultó su reloj. Eran las 6:14 de la tarde, lo que venía a querer decir que el viejo Barns se estaba retrasando demasiado, y aquello no era habitual en él. Se tranquilizó pensando que, quizá, le habían detenido momentáneamente en uno de aquellos estúpidos controles de aerovías. Controles que intentaban limpiar el acceso de personas non gratas al centro neurálgico de la ciudad, es decir, al Complejo Interno de Seguridad. El CIS, que estaba controlado por una poderosa empresa de tecnología japonesa.
(Malditos nipones de mierda)
Baxter era algo racista en aquellos tiempos. Quizá porque sabía
(presentía que iba a morir)
que no había futuro. Ni para él ni para los demás.
Baxter dio un sorbo a la cerveza y miró distraídamente hacia el aparato de televisión. Evocó algunos recuerdos, pero lo que veía en la pantalla distrajo su atención: una sugerente modelo de cabellos rojos, - que reconoció como una cotizada actriz porno llamada Chica Tormento-, mostraba toda una gama de sujetadores, bragas y ligas a juego, y todo ello en unos deliciosos tonos púrpura. Baxter dio otro trago mientras sonreía pensando en Mara y en sus enormes tetas. Recordó que ella solía bromear diciendo que en Dugter & Cía nunca conseguirían hacer un sujetador a su medida, -eran los propietarios del monopolio de lencería universal-, ya que, además de sus generosas medidas, sólo fabrican productos en serie de unas tallas muy determinadas obedeciendo a cánones dictatoriales del mercado de la belleza ideal. Otra cosa era el que se negara a hacerse una operación de cirujía estética para reducirlos. Realmente había que reconocer que tenía unos pechos increíbles. Y estaba en su perfecto derecho a ir contra los cánones de belleza establecidos por un limitado sector de “poderosos de la moda”. Además, a él también le gustaban aquellas tetas. Evocó unos instantes las magníficas pajas que se había hecho entre ellas.
Algo en su cabeza le susurró: “No tienes futuro”. Y Baxter se limitó a sonreír para sus adentros. Su voz interior no le decía nada que él no supiera.
Empezaba a oscurecer. Y Barns no aparecía.
A través de la amplia cristalera del bar, Baxter observó como unos tímidos tonos rojizos comenzaban a teñir el grisáceo horizonte. Le pareció bello. A él siempre le había gustado la noche. Como a los demás: Barns, Mara, Desmond, Lucía, -la androide portorriqueña-, David y Mary Ann. Se preguntó que estarían haciendo en aquellos precisos instantes y
(quizás algún atentado)
deseó fervientemente que alcanzaran sus objetivos antes del toque de queda.
El toque de queda. El último aviso para despejar las calles y regresar a los guettos asignados a los ciudadanos por el CIS. Se daba a las 7:35. A partir de esa hora, toda persona, -humana o androide-, que deambulase sin autorización por la ciudad sería ejecutado sin juicio previo. Naturalmente, la excepción la constituían los moradores del Distrito Sexto, sector en el que la policía tenía prohibida la entrada por razones obvias de seguridad personal, ya que en el Distrito Sexto habitaban predadores, alimañas, reos fugados de prisiones y manicomios, mutantes, y el peligroso comando de los hombres letales, del cual Baxter era miembro desde hacía dos años, justo después de que ejecutaran a Estela, su esposa, por caminar por la ciudad después del toque de queda.
Eran las 6:40. El tiempo pasaba demasiado deprisa. Demasiado.
Baxter miró hacia sus pies y vió el pequeño maletín negro que había traído consigo. Barns era el destinatario. Contenía una bomba química, una especie de virus hipercontagioso que provocaba la muerte en menos de 48 horas. Entonces, levantó la vista y miró hacia otro de los camareros. Éste tenía toda la pinta de ser un androide de baja categoría: era tuerto y medio calvo. Además , era medio gilipollas, ya que mientras limpiaba, un hilillo de saliva salía de su boca de forma descontrolada. El camarero se volvió hacia él y le sonrío con una sonrisa de capullo integral. Baxter sintió un escalofrío. Finalmente, volvió a mirar al televisor, a la actriz porno. A Chica Tormento.
(ahora estaban dando un reportaje sobre una de sus películas)
A sus ojos vidriosos.
(no tienes futuro)
De repente, la cristalera del bar estalló hacia dentro. Un aeromóvil acababa de chocar contra el California21. Por encima del estrépito que produjo se podía percibir con claridad el sonido de disparos. Baxter, instintivamente, se lanzó detrás de la barra. Aquello le salvó de que el aeromóvil le cortara la cabeza de cuajo, cosa que no pudo evitar el tipo que estaba sentado junto a él en la barra del bar. La cabeza surcó el aire y fue a chocar contra el aparato automático de música que emitía sin cesar óperas de Verdi. Sus ojos desorbitados parecían dedicarle una mirada sarcástica.
(no hay futuro, Baxter)
Baxter se agachó justo en el momento en que varios impactos de bala pasaban sobre él. Uno se incrustó en el cráneo del camarero-androide, que, al instante, cayó de bruces al suelo, justo al lado de Baxter.
Finalmente, el aeromóvil se detuvo en seco. Baxter asomó la cabeza y vió al tipo que salía del vehículo. Lo reconoció al instante, ya que se trataba de Barns. Pudo apreciar también que estaba herido de muerte. Lugo, miró hacia la calle y observó como dos aeromóviles de la policía se acercaban a gran velocidad.
Barns se arrastró hasta él. Estaba a punto de morir. Veía el dolor reflejado en los iris de sus ojos.
- Han… matado a todos, Baxter. Eres el último… nos han cazado como a animales…-. Eso fue todo lo que Barns pudo decir antes de caer muerto a los pies de Baxter.
Los aeromóviles ya habían llegado. Varios policías descendieron. No tenía demasiado tiempo. Se agachó y abrió la maleta. El dispositivo se puso en marcha. Cinco segundos después hubo un estallido ridículo, casi inaudible. Lo que no era tan ridículo era el humo amarillento que empezó a salir de su interior. Fué en ese momento cuando Baxter dejó el maletín sobre la barra. Entonces, los policías se dieron cuenta de lo que estaba sucediendo y volvieron a subir a sus vehículos, salvo uno, que se pegó un tiro con su arma reglamentaria allí mismo. Después, se largaron a toda velocidad, aunque Baxter sabía que ya no tenían escapatoria. Volvió a mirar el maletín y vió que había dejado de salir humo. Pero, el virus letal ya había sido liberado.
“No hay futuro, Baxter”.
Baxter volvió a saltar la barra. Buscó un momento por los estantes hasta dar con una botella de Jack Daniels original. ¡Aquella sí que era una bebida auténtica!. Se sirvió un trago sin prisas y lo apuró de un solo trago. Le quemó la garganta. Perfecto. Se sirvió otro. Y otro. Andaba ya por el quinto cuando pensó en el tiempo que tardaría el virus en extenderse por toda la ciudad. Tres días a lo sumo. Entonces, dejó de pensar para concentrarse de nuevo en el horizonte. Seguía anocheciendo. Luego, volvió a llenar el vaso. Pensó que no había nada mejor que echar un trago por los buenos tiempos.
Fin de los buenos tiempos
Vara 1990-2010
Foto y texto extraído de su blog, pinchando aquí
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3 comentarios:
thanks, jefe
abrazo
Vara
las gracias a ti amigo, por recuperar la senda.
sus cojo... ya me lo habéis pisao pa vinalia... es un relato acojanante, vuelvo a decir... gracias mrvara, mrvoltios... abrazos.
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