miércoles, 16 de junio de 2010

NARES GUÁRDAME UNO




PRÓLOGO INSENSATO (fragmentos)

El libro que ahora abres, lector, lectora, es engañoso. Porque, para empezar, no está escrito para leer al revés, por mucho que su autora, siempre juguetona, nos proponga una especie de camino regresivo hacia el útero primigenio. Y tampoco debe verse al trasluz este papel fotográfico —como se hacía con las viejas tiras en el laboratorio—. Nares Montero, haciendo gala de la excelente fotógrafa que es, ha trabajado a fondo en el cuarto oscuro. Sin duda ha utilizado en el proceso de emulsión un medio de dispersión plenamente transparente a la luz, como mandan los cánones; y, también, una alta concentración de bromuro (sí, bromuro) con sus toques de yoduro de plata. El resultado está a la vista: de los flashes, de la espontánea polaroid, han surgido como por ensalmo estos poemas-cristales poliédricos, un torrente de prismas y agujas que nos va enganchando, ahogando finalmente de forma imperceptible. Y en esta imperceptibilidad reside uno de los grandes logros del poemario.

La torrentera de palabras ha sido sometida a un riguroso cálculo de estructuras hasta articular el aparente caos en torno a un equilibrio férreo, con sus cinco partes con doce poemas cada una, ni uno más ni uno menos. Pero esa disciplina no resta ni un ápice de fluidez al discurso poético; antes bien, no sé si por superstición o porque sí —que Nares es muy de porque sí— cada escalón (esas pérdidas de inocencia en orden decreciente) va precedido de un breve poema que sería el número trece de las sucesivas series, pero no es más, ni menos, que la clave de lo que se cuenta, el arbotante de la bóveda. Y todo cobra sentido, coherencia, plenitud de una autora madura, lejanos ya los escarceos de sus primeros versos. Otro gran del libro que vais a leer.

Del nacer a la muerte, de la metafísica a la metapoesía, de lo carnal a lo platónico, del enfoque al desenfoque, de la mirada social, siempre sensible, al cauce de las venas abiertas en canal, de la mordacidad a la duda, avanza el poemario hasta llegar a dos octosílabos en que se planta altivo: Está el tacto de visita / por el pelo de tus brazos. ¡Cuánta poesía en dos versos!

A Nares Montero no hace falta que la den a luz: se pare sola. Y desnuda nace a la poesía en feliz partenogénesis: Me estoy engendrando, dice en el frontispicio de este poemario sorprendente, que cerrará (¿o es un recomenzar?) con estos versos: ...una mujer / desnuda en la terraza / que no ha de ser / sino poeta. Sí, poesía. Pero también baretos, charlas mojitos, risas, llanto: vida en fin. Y ante esta vida, ante esta Nares que es pálpito y verdad, yo no puedo acabar mis palabras introductorias más que con un grito que me sale del alma: ¡Viva la madre que te parió!


José Luis Zúñiga



Extraído del blog de José Zúñiga

Enhorabuena Nares!!!!!!!!!!!!!!!!1